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Mostrando entradas de 2015

Recalculando

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En estos dos meses pasó de todo. Me fui a Buenos Aires, Uruguay y volví a Costa Rica.  Desde que llegué sus abrazos contrarrestaron el intenso frío que me tocó. Fue raro estar de visita en mi propia ciudad. Al principio me costó adaptarme. Primer día: 8 grados y llovía copiosamente.  Me quedé adentro de la casa de mis viejos. Abrigada, muy abrigada y mimada, muy mimada. Me hacía falta ese volver a ser hija, hermana y tía. Fue como cargar el tanque con Fangio Premium Mega Turbo. Durante las mañanas trabajaba para la Asociación de Desarrollo de Tamarindo en todo lo relacionado a gestión de contenidos y fondos y después tenía el resto del día libre para mí. Me di tiempo para charlas largas con mis amigas del alma, a las que conozco desde que usábamos trencitas y jugábamos a la soga en los recreos. Habían pasado 10 meses pero parecía que había pasado un solo día. En seguida conectamos. Las ídolas organizaron un viaje a Colonia del Sacramento, Uruguay. Comimos, recorrimos, reímos, nos

Miedo a acostumbrarme

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      A medida que pasan los días y los meses, me voy haciendo mi rutina. A veces uno se va lejos de su país para huir de las rutinas y luego de un tiempo en un lugar diferente, termina cayendo en una nueva.  Es así, el hombre es un animal de costumbres. Poco a poco voy encontrando mi lugar, mis tiempos, mis espacios, mis amigos y ese Tamarindo al que llegué el 10 de diciembre ya no me resulta tan extraño.              En los últimos dos meses, me dediqué  muy fuerte a mi trabajo y perdí un poco la conciencia acerca de las muchas razones por las que vine acá. Una de ellas es justamente tratar de mejorar el balance entre vida laboral y vida personal/social/espiritual. Y al principio fue así pero luego, y sobre todo, desde que tengo este trabajo en la Asociación de Desarrollo, ese balance se fue perdiendo y pasaba varias horas fuera de casa. Muchas reuniones, marchas (si, una marcha por el reclamo de agua), eventos, etc.  Ahora me propuse bajar un cambio y tratar de disfruta

Menos siempre es más

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   El otro día me puse a pensar en las diferencias que hay entre vivir en una ciudad y en un pueblo. Una de las más llamativas es cómo uno se adapta a vivir más despojado. Desde que llegué a Tamarindo, este pequeño pueblo sobre el mar Pacífico al norte de Costa Rica hace ya 8 meses, mis pertenecías entran en dos valijas, ah… y un carry on. En serio, en este tipo de pueblos donde hace calor todo el año, uno se viste con pocas ropa, informal y relajada. Y no se necesita mucho más.    Me acuerdo que una amiga en Buenos Aires me preguntó antes de venir cómo iba a hacer con mi ropa y mis cosas. “Me imagino que te vas a llevar todo tu ropero, ¿no?” me decía mirándome con preocupación. Y la verdad es que no. Traje poco y luego mamá me trajo un par de vestidos más útiles para sortear el calor tropical. Y así vivo. Feliz.  En Buenos Aires necesitaba más. Allá uno está más pendiente de la moda, de las publicidades y del entorno. Y quieras o no te influye. Acá no llegan las revistas de mod

Festejar las primeras veces

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Mañana es mi cumpleaños y se cumplen 6 meses desde que me fui de Buenos Aires. Les cuento algo que me pasó recién y que impulsó la escritura de esta nota. Hoy volviendo a mi casa vi a un perro con correa que parecía perdido, estaba solo y a medio metro de la puerta de casa. No había nadie cerca y el perro iba de lado a lado, sin rumbo. Lo tomé de la correa y por suerte tenía chapa con su nombre y teléfono de sus dueños. Los llamé. Felices me pidieron que esperara que no se tardarían en buscarlo.  Pasó casi una hora y lo cuidé en él en el jardín de mi casa. Tenía un olor horrible y estaba asustado. Pobrecito. Le di agua. Lo vinieron a buscar hace un rato, el perrito movía la cola encantado. Ahí me di cuenta que me pasaron muchas cosas nuevas  Lo que más me gusta de este cumpleaños es festejar que fueron 6 meses de hacer muchas cosas por primera vez. Agradezco a la vida por: -  Enseñar español en una escuela con alumnos de Suiza, Alemania, Francia y USA -  Ayudar a organizar una fie

Miscelánea

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Voy a escribir esta entrada como salga, sin planear, sin revisar y sin controlar. En estos últimos días estuve pensando varias cosas. Uno: Me encantaría poder lograr tal vida interior que los acontecimientos externos, positivos y negativos, alegres y tristes, no me afecten en demasía. Ejemplo: el martes tuve una excelente salida, el miércoles estaba feliz y se notaba. ¿Por qué esperar a esos momentos para ser feliz? Quiero ser feliz ahora, sean cuales sean mis circunstancias. Dos:   Qué fácil y rápido que juzgamos a la gente. Qué incómodo es vivir con estereotipos rígidos. Te condicionan. En mi trabajo nuevo estoy conociendo gente de otros países y haciendo tareas nuevas.  En sólo un mes me he llevado gratas sorpresas.  Aprendí a no juzgar de antemano. A ponerte el lugar del otro. Tres: Uno atrae lo que piensa. Y esto no es “zen bullshit”. Es así. Por lo menos a mí me ocurre. Mientras daba clases en Wayra, ayudaba a una ONG que trabaja para el bienestar de Tamarindo. Fui

Intensidad argentica

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Pasó un mes desde mi último posteo. Y pasó de todo. Mamá, Clara y Maggie vinieron a visitarme. También dejé mi puesto de profesora en Wayra y ahora enfrento nuevos desafíos. Todo muy intenso como suele ser por acá, en Costa Rica.  No me voy a olvidar ese primer abrazo que nos dimos apenas nos vimos.  Fuerte y largo.  Sonrisas, apretujones y lágrimas. Todo al mismo tiempo. El equipo femenino de las Okecki - sólo faltaba mi cuñada Pía- estaba de nuevo reunido después de varios meses. Pasamos una semana espectacular. Conocieron mi nueva vida: mi casa, las playas que más me gustan -hacíamos dos por día- mis amigos, mis vecinos, donde hago las compras, las calles que recorro todos los días, la comida tica y hasta pudieron ir al hotel donde queda mi nueva oficina, Capitán Suizo. También las pude llevar a un evento de la ONG SalveMonos que contó con uno de los mejores pianistas ticos, Carlos Obregón. Otro día, viajamos a conocer el Volcán Arenal, nos quedamos a dormir en un hotel ecológi

Agradecida

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Hoy se cumplen 4 meses desde que llegué a Tamarindo.  ¿Mucho, poco? ¿Quién sabe? Es difícil medir el tiempo.                Ayer una amiga argentina que vive en San José, y viene a Tamarindo cada tanto, me dijo que me veía muy asentada. Me dejó pensando. Es verdad que estoy más habituada a ciertas cosas de este lugar. Poco a poco me estoy acostumbrando al calor aunque abril y mayo son los peores meses. Además, me estoy adaptando a la comida, a las calles de tierra y al polvo que vuela cuando se levanta el viento o pasa un auto. Lo más importante: ya tengo un muy buen grupo de amigos. Por otra parte, todavía siento que me falta mucho por vivir,  cuatro meses es poco pero si analizo todo lo que viví y experimenté siento que pasó mucho más.                Hace un par de días me enteré que me aceptaron en un nuevo trabajo. Una vez que me estaba adaptando a ser profesora de español, me ofrecen un puesto relacionado con la comunicación y relaciones públicas. En un pueblo tan chico, tr

Bien equivocada

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hace unos días nos fuimos con Agus a Playa Langosta. Es cerca de Tamarindo. Mucho más tranquila y alejada de los turistas. Luego de una larga caminata nos quedamos en un lugar que tenía seis sombrillas de paja y reposeras de mimbre. Un verdadero lujo para nuestro día libre. Una vez que el sol se escondió, se puso bastante oscuro y teníamos que regresar a casa. Por suerte, algunas estrellas iluminaban nuestro camino. Para llegar al otro lado de la playa hay un estero cuyo caudal de agua fluctúa según la marea. En ese momento el agua nos llegaba a la cintura. Nos armamos de coraje, levantamos nuestros bolsos y poco a poco nos adentramos en el estero. El agua estaba fría y no se veía nada. Por adentro Agus rezaba para que no hubiera cocodrilos ni manta rayas.  En eso, me frena una gran piedra. Me tambaleo pero no me caigo. Un poco incómoda sigo cruzando hasta salir del agua. Una vez que estoy afuera miro mis rodillas y estaban con sangre. El golpe incluyo raspaduras. Me limpio un poco

Curso acelerado de apertura mental

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Tamarindo te brinda la posibilidad de hacer un curso acelerado en apertura mental.  La vida pueblerina tiene sus desventajas, comentadas en la anterior entrada, pero también cuenta con algunos encantos. Uno de ellos es que rompe con las estructuras mentales de personas estructuradas como quien suscribe.  La lógica de este tipo de pueblos demuestra que todo se mezcla y se da al mismo tiempo.  Ayer nomás me reuní por trabajo con una persona que había conocido de forma casual en un evento de recaudación de fondos. Esa misma noche me la encontré en uno de los bares cerca de casa.  Además, como es amiga de un par de personas que conocí acá  me la encuentro seguido y se convirtió en una buena consejera. Si querés romper con prejuicios y estereotipos, ¡venite a Tama! Podrás conocer italianos tímidos y retraídos, americanos que hablan bajito, franceses que no saben cocinar y suizos impuntuales.  Lo mismo con las profesiones. Tenés chefs trabajando como administradores, publicistas vendien

Vida de pueblo

Hoy se cumplen dos meses de haber llegado aquí. Es raro porque es muy poco tiempo pero también siento que me fui de Buenos Aires hace muuuucho... Los tiempos internos no siempre coinciden con el calendario. Hoy sólo tengo una corta reflexión. Así como hay cosas que amo de Tamarindo, hay otras que no tanto. La vida de pueblo puede ser un tanto difícil para mi. En Tamarindo, como todo pueblo, un martes tenés una reunión de trabajo y esa misma noche, te vas a tomar una cervezas y plop. ahí está, pegado a la barra en actitud de levante. En el caso de Wayra, la escuela donde enseño por las mañanas, es aún más raro. Me he encontrado con un alumno en la playa mientras corría toda transpirada y agitada. A él no pareció molestarle. O bien, dejas de salir con alguien y luego te lo cruzas en el supermercado, en la calle, en un bar y quien sabe donde más... Los dejo, me tengo que ir a una reunión con un potencial cliente. Seguro que mañana lo veo en cueros hecho milanesa en la playa.  

Desear

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El 4 de noviembre pasado escribí un correo desde Buenos Aires al Instituto de Enseñanza en español Wayra de Tamarindo. Allí decía: “Soy licenciada en comunicación social y dirijo mi propia consultora en Buenos Aires. Les escribo para que por favor me cuenten un poco cómo funciona WAYRA ya que me interesa poder ofrecer parte de mi tiempo para enseñar el idioma español. No soy docente pero mi trabajo de comunicadora me ha dado muchos recursos didácticos”. Al día siguiente que llegué a Tamarindo, el 11 de diciembre, los fui a ver y me tomaron una prueba. A la semana volví y me dijeron que en caso de que se abriera una vacante, me tendrían en cuenta. Wayra queda a dos “cuadras” de mi casa y es el paso obligado para ir a la playa o al pequeño “centro”. Cada vez que pasaba veía el cartel y pensaba: “yo quiero trabajar ahí” o “cómo me gustaría probar ser profesora de español una vez en la vida”. Antes de la navidad fui a saludar y hablé con su directora. Le confirmé mis ganas de recibir en

Ángeles que no se pierden Parte II

Técnicamente no nos perdimos. Sabíamos perfecto donde estábamos. También cómo volver pero no pudimos encontrar el camino que nos llevaba a la salida hacia la playa. Si se hiciera una competencia entre Agus Nazar y yo acerca de quién es más desorientada, no sabría decir quien la ganaría.  Agus es un desastre para ubicarse y quien suscribe, digamos que también. Como estábamos cansadas, decidimos salir a caminar en lugar de correr y en vez de ir por la playa, fuimos por el bosque. Le mostré mi recorrido y le encantó. Perfecto... hasta que decidimos innovar. Descendimos por un camino de tierra que presumimos nos llevaría a dar una vuelta hacia la playa.  Como somos mujeres y además, amigas y ahora socias, la caminata iba acompañada de una buena charla ,o podría decirse que la charla iba acompañada de una caminata. Nuestra atención al entorno no estaba en el trayecto.  Luego de 40 minutos de caminar, nos encontramos una pareja de canadienses y nos quedamos charlando, En un muy claro in

Cortito y al pie

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En estos últimos días hubo muchos cambios y por eso me colgué en escribir. Para empezar, se fue mi prima que estaba de visita y estuve, de nuevo, unos días sola hasta que llegaron mis amigas y socias: Agus y Pato. Ahora se completó el equipo de OKPRESS Costa Rica. Además ya se empiezan a vislumbrar fuentes de trabajo así que estuve yendo a varias reuniones y conociendo mucha gente.  Como ya les conté, durante las mañanas, bien pero bien temprano, salgo a trotar por la playa. Me hace muy bien. No fue planeado. Para nada. Surgió. Arranqué un día, fui al día siguiente, y al otro. Casi sin darme cuenta, estoy yendo casi todos los días. Me despierto temprano, tomo yogur con granola y me calzo las únicas zapatillas que traje.  Me pongo mi short, una remera, el llavero y salgo.  Sin teléfono ni música.  Desconexión o conexión, depende de cómo se mire. Tengo varios recorridos. Pero estando acá sale la playa como primera opción. Bajo dos cuadras y media y llego a playa. Increíbl

La naturaleza es sabía

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La naturaleza es sabia   Gracias Pepita por enseñarme a elegir bien y respetar los tiempos.   Perdón por arrancar con un título tan cliché pero no encontré uno que describiera mejor lo que viví anoche. Ayer domingo a las 6 de la tarde, partimos con mi prima Anita a ver las famosas tortugas del Pacífico.   Nos pasó a buscar el guía, Miguel, en una combi en la que ya habían subido otros extranjeros. Resultaron ser de Servia y USA. Nos adentramos varios kilómetros hasta Playa Vida Real o Pirata, como se la conoce acá. Llegamos a eso de las 7 de la tarde y ya era de noche. Como había luna llena la playa estaba un poco más iluminada que de costumbre. De hecho, sobre la arena se podía distinguir la parte oscura de la “sombra” y la parte iluminada o “lunada”. Miguel nos explicó que en esta época del año muchas tortugas se acercan a estas playas para desovar. Generalmente, lo hacen por la noche. Nadan y aprovechan el empujón de la ola para llegar a la orilla. Luego, reptan unos m

Cambiar el ritmo

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Cambiar el ritmo Desde Buenos Aires, el festejo de las fiestas, navidad y año nuevo se presentaban como una incógnita, como una pregunta más de mi colección. ¿Cómo, dónde y sobre todo, con quién los iría a pasar?  Y una vez más, Tamarindo me está enseñando a aprender a esperar. Desde que llegué, me estoy conectando con la naturaleza de este increíble lugar, salgo a trotar por la playa muy temprano y veo los pájaros, los monos y sobre todo, el mar.   Se aprende mucho mirando lo que nos rodea.  Y así, busco aprender a ser más paciente y ver qué me trae la marea. Dicho y hecho, tal como sucedió en la Noche Buena, las españolas (Maite, Tuka y Zaio) me invitaron a festejar con ellas. En esta oportunidad no se festejaría en su casa sino en lo de uno de los argentinos, Walter. Y esta vez no fui sola. Mi prima Ana y una nueva amiga argentina que vive en San José, Celina, fueron conmigo. En esta oportunidad el asador argento, haciendo honor a su nacionalidad, preparó carnes de todo t